Recientemente la ONU ha dicho que el jazz es bueno para la salud, vamos,
que fomenta la alegría, el goce, la felicidad. Más si se sabe vestir
con colores, como los que desprende la voz de Natalia Dicenta. La
estupenda actriz y por lo que vimos en el último concierto de la
temporada de Universijazz, fantástica cantante de jazz, presentó
“Colours”, y lo hizo acompañada por una formación de lujo: Claudio
Vicente Borland Hendrick (¡Buf!, esperen que respire, “El Negrón” es más
fácil), al piano; Antonio Calero Westermeier, a la batería (tampoco
está mal el nombrecito), y Richie Ferrer, al contrabajo.
Lo de los colores y el arte, en este caso la música, me hace pensar en la sinestesia, en esa unión y confusión de los fenómenos sensoriales, que nos hace percibir el rojo de un sonido o escuchar el chillido de un color (se dice: “qué verde más chillón”). Muchos artistas han “sufrido”(o gozado, según se mire) este fenómeno, el caso que me viene a la cabeza es el de Nabokov.
Otro día hablaremos de tan interesante tema, hoy toca hablar del concierto de Natalia y de su paleta de colores. Efectivamente los dos primeros temas, dos conocidos standards, sonaron primaverales, como el cielo que se trasparentaba por las ventanas. Luego vino, “Funny”, una balada del elegante Nat King Cole, y todo se volvió cálido. Natalia nos introduce a Lilian Hardin, esposa de Louis Armstrong, y gran compositora que creció a la sombra del gran Satchmo. Las raíces negras del tema nos llevan, no sé a Saint Louis, a algún lugar apartado del viejo sur. Cambio radical, suenan los Beattles, disco blanco, “Black bird” llena al auditorio de energía.
Continuamos con un bolero fuera del disco y que sinceramente no conocía.
Nos quedamos con una frase de esas que sólo pueden aparecer en los
boleros: “Apóyate en mi alma.” Refrescante, “For once of my live”, que
interpretara Judy Garland en la noche los tiempos. Encadenamos con un
tema propio que nos inyecta vitaminas por los oídos. Natalia nos hace
volar hacia la luna, y nos mete irremediablemente en su bonito bolsillo.
Por fin aparece Cole Porter, ¡cómo iba a faltar Cole Porter! Seguimos
volando dirección a la luna, entre duelos o mejor diálogos (aquí nadie
compite), de vocalista y pianista. La canción concluye como un pequeño
cabaret sonoro montado en el escenario.
Lluvia de aplausos, efectivamente, hemos llegado a la luna. Toca improvisar, y ¡qué improvisación!, clasicazo, “Summertime”, la voz de Natalia se vuelve negra, como la de una tal Nina Simone, aires funky y tres solos memorables de los músicos. En fin, los colores volaron como mariposas, y todos los presentes permanecimos imbuidos en su dulce gobierno. Repitan conmigo, “one more time”: ¡Gracias universijazz!
Lluvia de aplausos, efectivamente, hemos llegado a la luna. Toca improvisar, y ¡qué improvisación!, clasicazo, “Summertime”, la voz de Natalia se vuelve negra, como la de una tal Nina Simone, aires funky y tres solos memorables de los músicos. En fin, los colores volaron como mariposas, y todos los presentes permanecimos imbuidos en su dulce gobierno. Repitan conmigo, “one more time”: ¡Gracias universijazz!
Jorge Fernández-Bermejo Rodríguez